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Ayer tuve un día raro, más bien una semana rara, de esas semanas que no acaban nunca y, por más que intentas iluminarlas, permanecen oscuras sin dejarte ver más allá de su rareza. Una semana muy rara.
Hace unos meses, dando un paseo familiar, me paré curiosamente a mirar un árbol solitario, de color rosado, con una base tan robusta que parecía que sostenía el suelo.
En el invierno de 1936, un grupo de hombres con el alma teñida de rabia, llamaron a la puerta de Rafael Serra.
Hace unos días trabajaba con un grupo de docentes de secundaria y primaria sobre la educación emocional y gestión del conflicto en el aula.